Deje de notar el peso de su cuerpo a la vez que sus piernas se despegaban de las mías y abandonaba mi interior, la repugnancia del momento ahoga mis gritos con arcadas silenciosas, mientras mis ojos contienen en su interior un mar de lagrimas.
— Lo siento, te quiero tanto…
No puedo dar crédito a sus palabras, el muy cerdo dice que me quiere.