En esta semana una serie de amigos unidos por el zodiaco ascendemos un nuevo peldaño. Uno más a la cuenta atrás que cada uno de nosotros gestiona con mejor o peor resultado. En definitiva. Una vez más rendimos cuentas y afrontamos un nuevo periodo, en un nuevo escalón de una misma escalera.
Con dos cojones.... Esto de la retorica es algo más que un artificio, es una gilipollez como cualquier otra para no decir que una serie de amigos en breve serán un año más viejos, pero seguirán siendo amigos.....
Es muy posible que ninguno de vosotros termine leyendo esto, es mas, es posible que nadie lo lea... pero que importa.
Gracias por caminar juntos en esta senda que nos diferencia de aquellos que como borregos, siguen el camino.... Os quiero.
miércoles, 9 de noviembre de 2011
jueves, 5 de mayo de 2011
Algo me pasa.
Reconozco que algo me pasa, es extraño que todo el mundo este confundido y yo no,... algo me pasa, seguro.
Tendré que buscar un lugar en mi querido Cabo de Gata comprar unas cabras y que me llamen cabrero, prefiero mil veces eso que leer, oír y ver las noticas que intoxican mi cerebro… algo me pasa seguro, pero prefiero ser el cabrero y pisando polvo caminar por el recto camino de mis principios y mis valores que dejarme sodomizar por esta sociedad enfermiza….
Algo me pasa, seguro.
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martes, 25 de enero de 2011
Aproximación nocturna
La noche se convirtió en espontánea anfitriona, las luces y el buen tiempo hicieron el resto. Caminamos, como si la ciudad no nos fuera ajena, con una rapidez y espontaneidad sorprendentes. Nos sentíamos como en casa, cuando apenas llevábamos 2 horas en un país en el cual nunca habíamos estado. ¿Extraño?... no, Istambul.
Nos acercamos con paso firme al Tranvía el cual nos adentro en el centro de Istambul hasta cruzar el “Puente de Galata”, como llevados por un extraño deseo caminamos cuesta arriba peldaño a peldaño hasta encontrar la eminente “Torre de Galata”, allí majestuosa, rodeada de edificios y alzándose sobre todos ellos se mostraba altiva y desafiante.
Nos adentramos en sus tripas y ascendimos por ellas hasta su cúspide la cual nos sorprendió con una de las vistas más bonitas de esta bella ciudad. Acompañados por la noche, ayudados por la luz y mecidos por una calida brisa fuimos presas fáciles de su belleza. Topkapi, Mezquitas, Puentes, El Cuernos de Oro. Todo a media luz.
Abandonamos, no sin cierta pena, su interior y nuevamente nos dejamos llevar por sus callejuelas y sus ríos de gente. Nos acompaño por el camino decenas de tiendas dedicadas a la música en todas sus vertientes con paradas técnicas y estratégicas de puestos de frutas y de kebabs, que nos hicieron más amigable el camino de subida hacia cualquier sitio.
De repente, un viejo Tranvía nos seduce con tal virulencia que lo tomamos sin saber exactamente cual es su destino. Su color rojo, la madera que decora su interior, el arcaico mecanismo que maneja su conductor, sus luces interiores y su olor nos traslada a principios de siglo. Subimos por una calle peatonal repleta de gente con comercios y hostelería en cada centímetro de fachada a paso lento pero seguro, haciendo sonar una vieja campana casi a cada instante y cruzándonos a medio camino con su hermano gemelo.
Finalizamos en una gran plaza en donde nuestro viejo Tranvía se convierte en contrapunto de tanta modernidad. Plaza Taksim es el epicentro del Istambul moderno, zona de encuentro y puerta de entrada a la ciudad más contemporánea.
Decidimos bajar por el mismo sitio dando caza a nuestro viejo Tranvía. Conocemos de primera mano la frenética vida de la calle más comercial del moderno Istambul donde cientos de personas caminan, compran, comen o toman un te mientras otros rezan en las mezquitas del entorno, donde se mezclan con cierto encanto decenas de Embajadas.
Damos por finalizado la jornada, no sin antes agradecer a nuestro estomago su capacidad de sacrificio con la comida del avión, agasajándole con unas sabrosas viandas y de paso, dando el merecido descanso a nuestros cuerpos, antes de un reparador sueño.
Nos acercamos con paso firme al Tranvía el cual nos adentro en el centro de Istambul hasta cruzar el “Puente de Galata”, como llevados por un extraño deseo caminamos cuesta arriba peldaño a peldaño hasta encontrar la eminente “Torre de Galata”, allí majestuosa, rodeada de edificios y alzándose sobre todos ellos se mostraba altiva y desafiante.
Nos adentramos en sus tripas y ascendimos por ellas hasta su cúspide la cual nos sorprendió con una de las vistas más bonitas de esta bella ciudad. Acompañados por la noche, ayudados por la luz y mecidos por una calida brisa fuimos presas fáciles de su belleza. Topkapi, Mezquitas, Puentes, El Cuernos de Oro. Todo a media luz.
Abandonamos, no sin cierta pena, su interior y nuevamente nos dejamos llevar por sus callejuelas y sus ríos de gente. Nos acompaño por el camino decenas de tiendas dedicadas a la música en todas sus vertientes con paradas técnicas y estratégicas de puestos de frutas y de kebabs, que nos hicieron más amigable el camino de subida hacia cualquier sitio.
De repente, un viejo Tranvía nos seduce con tal virulencia que lo tomamos sin saber exactamente cual es su destino. Su color rojo, la madera que decora su interior, el arcaico mecanismo que maneja su conductor, sus luces interiores y su olor nos traslada a principios de siglo. Subimos por una calle peatonal repleta de gente con comercios y hostelería en cada centímetro de fachada a paso lento pero seguro, haciendo sonar una vieja campana casi a cada instante y cruzándonos a medio camino con su hermano gemelo.
Finalizamos en una gran plaza en donde nuestro viejo Tranvía se convierte en contrapunto de tanta modernidad. Plaza Taksim es el epicentro del Istambul moderno, zona de encuentro y puerta de entrada a la ciudad más contemporánea.
Decidimos bajar por el mismo sitio dando caza a nuestro viejo Tranvía. Conocemos de primera mano la frenética vida de la calle más comercial del moderno Istambul donde cientos de personas caminan, compran, comen o toman un te mientras otros rezan en las mezquitas del entorno, donde se mezclan con cierto encanto decenas de Embajadas.
Damos por finalizado la jornada, no sin antes agradecer a nuestro estomago su capacidad de sacrificio con la comida del avión, agasajándole con unas sabrosas viandas y de paso, dando el merecido descanso a nuestros cuerpos, antes de un reparador sueño.
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(...)“Se trata de hombres de diversas estirpes, que profesan diversas religiones y que hablan en diversos idiomas.Han tomado la extraña resolución de ser razonables.Han resuelto olvidar sus diferencias y acentuar sus afinidades. (...)
Jorge Luís Borges.