viernes, 12 de junio de 2009

Uno de esos días....


— ¿Que tal estas?
— Bien ¿por qué?
— Te noto extraña, ¿te pasa algo?
— No.
— Bueno, tú sabrás.

Su mirada seguía perdida, mirando a ningún sitio. Mientras, el la miraba preocupado, no encontraba explicación que le reconfortara.

— Mírame.
— ¡Déjame! por favor.
— ¿Ha pasado algo?
— Eres muy pesado, me puedes dejar sola, ¡por favor!

Abandona la estancia despacio dándola la espalda, se enciende un cigarro y observa el cortejo de dos vencejos haciendo cabriolas en el aire tras una de las ventanas. Su cabeza no para de buscar alguna explicación, algo que justifique el silencio y la mirada perdida. Sus caladas al cigarro, cada vez más profundas, delatan su estado, de vez en cuando gira la cabeza y la observa, no logra entender en que ha fallado y se cabrea consigo mismo.

Suena un teléfono, es el de ella, deja que suene y observa como lo mira, le deja sonar varias veces y al final atiende la llamada. El sale a la calle, prefiere dar la intimidad que ella no solicita y acaba su cigarro acompañando con el humo a los vencejos y su extraño cortejo.

Oye un ruido tras el, pero no se mueve, prefiere esperar, unos brazos rodean sus hombros y un olor de sobra conocido se introduce por sus fosas nasales, el abandona su cuello al abrazo y relaja todo su cuerpo.

— Te quiero.

Cierra los ojos, respira profundamente sintiéndose liberado, gira su cabeza y funde su boca con la de ella.

— Y yo a ti.

1 comentario:

Anónimo dijo...

que tierno mi niño


(...)“Se trata de hombres de diversas estirpes, que profesan diversas religiones y que hablan en diversos idiomas.Han tomado la extraña resolución de ser razonables.Han resuelto olvidar sus diferencias y acentuar sus afinidades. (...)


Jorge Luís Borges.