lunes, 16 de junio de 2008

Dakar 1

El calor despierta nuestro organismo todavía no muy acostumbrado al calor sofocante de la estación seca, tras una ducha reparadora y un buen café decidimos tomar el pulso a Dakar, abandonamos la casa y sin rumbo fijo nuestros pies se ponen en marcha.

Una vez más como tantas otras en este viaje, todos y cada uno de nuestros sentidos trabajan aceleradamente.

Una explosión de color invade nuestro alrededor, los ropajes, de una fusión de colores imposibles, solo tienen un nexo común, la piel, una paleta de color monocromático que explora el negro en sus múltiples manifestaciones hasta casi llegar al azul mas negro posible.

Un olor penetrante se registra como nuevo en nuestro interior, es una amalgama de olores conocidos e intensos con otros nuevos por conocer, nuestro olfato no muy acostumbrado ha alguno de ellos rehúsa de su registro, obligándonos seguir explorando.

El ruido penetrante e insistente de vehículos y personas te acompaña a cada uno de los rincones de esta gran urbe, convirtiéndose algunas veces en una melodía armónica a la que te acostumbras, que solo finaliza cuando la noche invita al sueño.

El roce de manos en un saludo permanente con los que te rodean, hace de este país y de esta ciudad, un lugar donde los cuerpos se tocan y las pieles disfrutan a través del tacto de su textura.

Caminamos por sus calles llenas de heridas a flor de asfalto, las aceras son invadidas permanentemente por los vehículos y los puestos callejeros, un gran zoco donde todo se compra y se vende, el único lugar transitable son las desvencijadas carreteras en donde compartes protagonismo con los vehículos y los cientos de vendedores que tan pronto te ofrecen una tarjeta telefónica como una tabla de planchar.

Una gran sinfonía de color y ruido se convierte en nuestro acompañante, un olor especial se apodera de nosotros, de nuestra ropa, ya formamos parte del paisaje y del entorno, solo nos delata el tono de nuestra piel.


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(...)“Se trata de hombres de diversas estirpes, que profesan diversas religiones y que hablan en diversos idiomas.Han tomado la extraña resolución de ser razonables.Han resuelto olvidar sus diferencias y acentuar sus afinidades. (...)


Jorge Luís Borges.