jueves, 5 de junio de 2008

Dakar

Pasar unos días con un ser querido alejado por la distancia de un destino extraño y exótico, se convirtió en algo contra lo que era imposible luchar, si a ello unimos la atracción de conocer África como destino inexplorado por nuestros sentidos, conseguimos el cóctel perfecto para que una fuerza irresistible nos empujara hacia Senegal.

La primera imagen de nuestra retina generaba una cierta distorsión a nuestro cerebro que nos exigía estar vigilantes, un elemento extraño y no procesado por nuestras neuronas generaba cierta extrañeza, manteniendo nuestros cuerpos en una tensión controlada. El color de la piel de todas las personas que nos rodeaban y de aquellas que vociferaban intentando llamar nuestra atención a escasos metros de una línea imaginaria, que les separaba de la puerta de salida del aeropuerto, era negro como la noche que nos acompañaba, solo roto por la blanca piel de nuestro querido primo que levantando el brazo acaparaba toda nuestra atención.

Caminamos hacia su encuentro llenos de emoción y acompañados por la tensión del momento, mi niña se lanzo a sus brazos como encontrando en ellos la seguridad que deseaba, mientras yo, intentaba zafarme de un grupo de jóvenes que pretendían que los escasos metros que nos separaban del vehículo de mi primo fueran los más cómodos de mi vida llevando mi equipaje por tan solo unas monedas.

He de reconocer que la música y el aire acondicionado del coche relajaron nuestros cuerpos, el camino a su casa en el centro de Dakar fue una serie impactos visuales donde la mezcla de arquitectura moderna se mezclaba de extraña manera con la cruda realidad, una gran ciudad donde miseria y riqueza conviven de manera grotesca. Una vez más nuestros torpes sentidos tuvieron unos minutos para aclimatarse a una nueva realidad, Dakar, la ciudad mas occidental de África.


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(...)“Se trata de hombres de diversas estirpes, que profesan diversas religiones y que hablan en diversos idiomas.Han tomado la extraña resolución de ser razonables.Han resuelto olvidar sus diferencias y acentuar sus afinidades. (...)


Jorge Luís Borges.