La noche con su gran manto oscurece la arena, la osada luna ilumina vagamente nuestros pasos mientras el viento sopla enfurecido acariciando sus cuerpos y el reflejo de la luna en una interminable línea blanca desde el horizonte, muere en la orilla.
Caminamos solos, sin mediar palabra, todos nuestros sentidos se encuentran alerta, "a flor de piel", sin rumbo pero solos al fin y al cabo. La jornada fue dura para ambos, pero queda olvidada entre tanta calma y tanto silencio roto por el agitar del viento, es nuestro momento. ¿Te atreves?
Su sonrisa muda y sus vivos ojos, enmudecieron su tórrida boca, elevo la palma de la mano y fue suficiente.
La noche y la luna, como vulgares celestinas, mandaron callar al viento convirtiéndose en cómplices de aquel momento.
Sus cuerpos desnudos violaron el mar, primero despacio, con sutileza y luego deprisa, con violencia. No había marcha atrás todo era ya posible, olvidaron sus vergüenzas aparcaron sus tabúes.
Solo ellos, el mar, la luna y el viento serían testigos de tan mágico momento.
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