jueves, 16 de octubre de 2008

A consecuencia de ...

Como cada mañana a las seis de la mañana, Luis se acerca a la obra que paga la hipoteca y la comida de 3 rapaces y la señora, no pagan mucho, pero con el destajo se permiten algún capricho.

-         Luis, al sótano, te espera el Jefe –le indico un compañero mientras seguía su camino con un carretillo lleno de arena.

Bajo la rampa de madera deprisa, pues no quería que nada en el llamara la atención, ni para bien ni para mal. Y allí, con su casco de obra y un montón de planos esparcidos en uno de los andamios, se encontraba el Jefe dando instrucciones a uno de los pintores. Espero a unos metros –por obligada cortesía- a que finalizaran de hablar.

-         Dijeron que me buscaba, usted dirá.
-         Tu eres Luis verdad –le pregunto, después de llevar juntos más de dos años en la obra.
-         Si señor, para servirle a usted y a Dios.
-         No metas a Dios en esto hijo –le replico el Jefe.
-         Lo siento –exclamo, sintiendo que había metido la pata- que quiere que haga.
-         Lo primero quitarte el mono y luego subes a ver a los de administración –dijo el Jefe sin dejar de mirar los planos.
-         ¿Pasa algo Jefe? –pregunto sobresaltado.
-         Yo solo se de construcción hijo –contesto levantando la mirada de los planos- venga  te están esperando.

Sorprendido por la noticia y con la angustia de no saber que pasaba, se dirigió a los vestuarios cambiándose de ropa tan rápido como sus extremidades se lo permitían. Aprovecho a peinarse en un trozo de espejo roto que colgaba de una de las taquillas, mientras no paraba de preguntarse ¿Qué pasara?, ¿Qué querrán?

-         Dan su permiso –exclamo Luis abriendo lentamente la puerta de administración, tras dar unos leves golpes de aviso en la misma.
-         Adelante.
-         Soy Luis Gómez de la Huerta, Oficial de primera albañil, me han dicho que subiera a verles, ustedes dirán.

Las tres personas que llenaban la pequeña caseta de obra, en sus sillones y respectivas mesas se miraron con cara de extrañeza, mientras la mujer del fondo una cincuentona de buen ver, mirando al techo repetía su nombre en voz alta.

-         Gómez de la Huerta, Gómez de la Huerta, -le miro a los ojos frunciendo el ceño- tu eres uno de los que hay que despedir.
-         ¿Qué? –grito Luis, exaltado y sorprendido- que me van a despedir.
-         Si creo que es para eso –dirigiéndose a Luis con absoluta normalidad- espere un momento que eche un vistazo.

A Luis le temblaban las piernas y toda su vida presente y futura pasó por su cabeza a velocidad de vértigo, no daba crédito a lo que estaba escuchando.

-         Si, si, usted es, no se me va una – le dijo con una media risa, que Luis no logro entender.

Sacando unos cuantos papeles de una carpeta en donde se podía leer “EXPEDIENTE” y su nombre escrito a mano, los ordeno y los fue poniendo en un lado de la mesa.

-         Bueno Luis esto es simplemente un puro trámite, me tienes que firmar todo esto para la Administración y poder cobrar el paro.
-         Firmar que –balbuceo Luis, mientras se acercaba a la mesa.
-         La carta de despido, el finiquito, etc.…
-         Pero, ¿Por qué?, que hice mal, no lo entiendo.
-         Yo solo soy la administrativa hijo – contesto fríamente.
-         Y yo no soy su hijo, estoy cansado de que me llamen hijo –Grito, sujetando sus muñecas en el quicio de la mesa.
-         A mi no me grite, faltaría más, pero que te has creído –le replico mientras se levantaba de la silla y los otros compañeros de sillón y mesa, observaban en silencio.

Luis con lágrimas en los ojos se sentó en la silla sujetándose la cabeza entre las manos, mientras la movía de un lado a otro negando la situación. La cincuentona aprovecho para sentarse y despacio muy despacio le fue acercando los papeles y un bolígrafo.

Luis se puso en pie con la mirada perdida, desplazando la silla violentamente hacia atrás y sin mediar palabra, camino hacia la puerta ante la estupefacción de los presentes, giro el pomo con fuerza y al abrir, una imagen lo conmociono, sus compañeros de cuadrilla, todos vestidos de paisano, en una perfecta fila que serpenteaba alrededor de la arena y los materiales de obra, estaban esperando para entrar.


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 Nota: La viñeta es del talentoso e ingenioso, a la vez que avispado y perspicaz "MAJOFA"  (http://lacomunidad.elpais.com/majofa/posts), la cual me sirvio para relatar esta historia. 



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(...)“Se trata de hombres de diversas estirpes, que profesan diversas religiones y que hablan en diversos idiomas.Han tomado la extraña resolución de ser razonables.Han resuelto olvidar sus diferencias y acentuar sus afinidades. (...)


Jorge Luís Borges.